Tintín en el país del oro negro

Argumento

La guerra interrumpe brutalmente la prepublicación de esta aventura el 9 de mayo de 1940. En esa época ni el capitán Haddock, ni el profesor Tornasol ni el castillo de Moulinsart se habían incorporado a la saga tintinesca. Ocho años más tarde, la revista Tintin publica de nuevo este episodio. Con un humor genial, Hergé reincorporará a los ausentes de antaño en la refundición de la aventura que se propone acabar. En 1950 se publica el álbum. Pero el mundo cambia, y por eso, para adecuarla a la actualidad, se publica una nueva versión un poco modificada en 1971.

Los Fernández

Buum! ¡Cuando el motor hace buum! ¿Cómo presentar las cosas serias de modo humorístico? ¡Sigan al guía! Hergé empieza su relato con la colaboración de los Fernández, más divertidos que nunca. Al volante de su viejo Citroën Torpedo y con una canción de Charles Trenet en los labios, pronto serán las nuevas víctimas de un extraño fenómeno: ¡los motores hacen buum! ¿A quién beneficia el crimen?

Como en cada una de sus apariciones, acumulan meteduras de pata: como mecánicos, destrozan la grúa. Como marineros, ignoran el rango de sus superiores. Descuidando la cultura islámica, escapan de la muerte y acto seguido del linchamiento del pueblo, pero no evitan la cárcel. Encuentran una aspirina de aspecto inocente para su dolor de cabeza, pero de hecho ingieren N 14, producto utilizado por Müller para sabotear el carburante. Las perturbaciones de su sistema capilar tras esa ingestión mostrarán largo tiempo sus secuelas.

Una actualidad que perdura en el tiempo

Entre todas las aventuras imaginadas por Hergé, la de Tintín en el país del oro negro es una de las más representativas de nuestra historia contemporánea. Los intereses económicos, políticos y estratégicos del petróleo sirven de telón de fondo para una intriga que tiene por marco geográfico el Oriente Medio.

Los estados que lo forman están todavía hoy día en el centro de la actualidad. La paz mundial pasa por allí…

El profesor Smith, arqueólogo

Cuando vuelve en sí, Tintín continúa andando por el desierto. Sorprende a un viejo conocido, el doctor Müller (véase La isla Negra), en pleno sabotaje de un oleoducto. Presentándose como arqueólogo, el doctor Smith, alias de Müller, trabaja en realidad para una potencia extranjera y vela directamente por los intereses de la compañía Skoil Petroleum y del jeque Bab El Ehr.

Con el fin de acreditar mejor su título de arqueólogo, expone de forma ostensible sobre un velador de su despacho la copia de una pieza clave de la arqueología mesopotámica, el casco-peluca del príncipe Meskalamdug de la tercera dinastía de Ur (final del tercer milenio), cuyo original se conserva en el museo de Bagdad.

Los reencuentros providenciales

Vendedor hasta la médula, Oliveira da Figueira se ha establecido en la capital de Khemed, Wadesdah, donde ha abierto una tienda. Tintín puede contar con él. De vendedor ambulante (véase Los cigarros del faraón), se convierte aquí en mercader sedentario. Con valentía y sin dudar en arriesgar su vida o al menos su reputación por Tintín, este portugués locuaz y simpático tiene entre su clientela a todos los notables de la ciudad, salvo al emir Ben Kalish Ezab. A cambio de los servicios prestados a nuestro héroe, eso será cosa hecha al final de la historia.

Una aparición subliminal

¡La Castafiore en el centro de la Arabia khemediana! Para gran alivio de Tintín y de los lectores, solo se trata de una retransmisión radiofónica rápidamente acortada por la habilidad de Tintín.

El emir Mohammed Ben Kalish Ezab

Que el nombre del poderoso emir Ben Kalish Ezab esté inspirado en el dialecto bruselense y significa «jugo de regaliz» no nos ha de sorprender. Aún siendo un padrazo, también puede mostrar una ferocidad inaudita.

Capaz de pasar de un estado de ánimo a otro más rápido que un viento del desierto, da también la imagen de un padre atento, siempre condescendiente con respecto a un pilluelo muy travieso. Un doctor Jekyll que se convierte en míster Hyde cuando evoca ¡el tormento del palo para sus enemigos! Hergé volverá a hacerle aparecer en Stock de coque.

Abdallah, la pequeña novedad

Único para su padre –es una suerte que no existan otros como él- es una mezcla de travesura, arrogancia y maldad. Nadie escapa a las acciones del diablillo, ni siquiera el bueno de Milú. Niño-rey, intocable por su origen, Abdallah es una pesadilla para los que le rodean y también para Tintín, para el capitán Haddock y para el temible doctor Müller. Un trío improbable que no dudará en darle una zurra a ese pilluelo infernal. Sin embargo, es gracias a los polvos de estornudar de Abdallah que Müller, torturado por el picor, sufre un accidente y deja inutilizado su vehículo.

Como su padre y el jeque Bab el Ehr, encontramos al pilluelo endemoniado en otros álbumes de la serie. Y no habrá perdido para nada sus dones maléficos.

Marcas registradas

Como muchos otros álbumes de la serie, Tintín en el país del oro negro hace referencia a célebres marcas comerciales. La práctica es casi recurrente en lo que se refiere al mundo del automóvil (Tintín recorre su siglo al volante de los coches más diversos). Y es excepcional cuando se trata de productos de la industria farmacéutica.

La bella desconocida

La desconocida del huso rojo… ¿Pero quién será esta misteriosa desconocida vestida toda de negro? Solo son visibles sus ojos penetrantes, unos ojos muy bonitos… Se ha dicho a menudo que las mujeres tienen poca presencia en las aventuras del pequeño reportero.

Y se ha añadido también que las únicas representantes del género eran verdaderas caricaturas. Harpías, porteras, matronas o divas pesadas, tienen efectivamente poco a su favor. Pero este no parece ser el caso de esta mujer con velo que atrae inmediatamente la atención del lector. La bola roja de hilo que lleva en el palo la hace destacar. Tintín, disfrazado pero reconocible, es relegado al rango de figurante.

Asociación insólita

En 1938, el pintor surrealista belga René Magritte pinta La duración apuñalada. En el cuadro se ve un interior burgués, una chimenea de salón de factura clásica de la que sale una locomotora echando humo.

La asociación no es nada fortuita: ¿no evoca la caldera de una el fuego de la otra? Es tentador relacionarlo con la viñeta en que se ve al doctor Müller salir de su chimenea como un demonio en medio de las llamas del infierno. Un representante de las fuerzas del mal emerge de las profundidades, negras en este caso, ¡y estornuda!

Tres versiones para tres periodos

Tintín en el país del oro negro tuvo un destino alborotado. De la edición inicial brutalmente interrumpida por el estallido de la Segunda Guerra Mundial al álbum definitivo habrán pasado más de treinta años. Prepublicado en Le Petit Vingtième, este episodio con fondo de crisis petrolífera y ruido de sables fue bruscamente interrumpido el 9 de mayo de 1940 con el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Esta será la última imagen en relación a esta versión de la historia. Habrá que esperar al 16 de septiembre de 1948 para descubrir un nuevo refrito en color en la revista Tintin, antes de la salida del álbum en 1950.

El contexto histórico, idéntico en las resentaciones de 1940 y 1950, es decir, la Palestina bajo mandato británico, deja sitio en 1971 a un país imaginario, Khemed.

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