Bianca Castafiore - El asunto Tornasol (1936)
Bianca Castafiore es una célebre cantante lírica de fama internacional. Ha actuado en los mejores teatros de ópera del mundo, en especial en la Scala de Milán.
A Bianca Castafiore, cuyo nombre significa literalmente «blanca casta flor», también se la conoce comúnmente como «El ruiseñor milanés».
Según Hergé, Bianca Castafiore tiene unos 45 años.
Aunque la prensa le atribuye regularmente romances inverosímiles, en realidad al «ruiseñor milanés» no se le conoce familia alguna. Su entorno está compuesto básicamente por su fiel camarera, Irma, y su pianista Igor Wagner.
Al igual que hizo para Tintín y Haddock, Hergé reunió varios ingredientes para dar forma al personaje de la Castafiore. En primer lugar, se acordaba de que cuando era niño su tía Ninie, acompañándose con el piano, obsequiaba a la familia Remi con las potentes inflexiones de su penetrante voz. Las interpretaciones de su tía no lograron suscitar en él el más mínimo amor por la música, por no hablar de la ópera, que pudiera igualar su precoz fascinación por el dibujo y, más adelante, su gran pasión por las artes visuales.
De hecho, es muy probable que aquellas audiciones contribuyeran a fomentar su incapacidad para sentir la más mínima atracción por la ópera, una forma de expresión artística que consideraba tan ridícula como inverosímil. «La ópera me aburre», le confió a Numa Sadoul, «¡Y lo confieso con pesar! Incluso a veces me hace reír». No es de extrañar, por tanto, que creara un arquetipo de cantante que nos hace sonreír.
A partir de este estereotipo, con el que Tintín y el lector se encuentran por primera vez en El cetro de Ottokar, Hergé afinará y enriquecerá su personaje a lo largo de sus posteriores apariciones.
Hergé halló su verdadero modelo para la Castafiore en la década de 1950, cuando periódicos y revistas como Paris Match - una de sus fuentes preferidas de documentación - describían los más pequeños detalles de la prodigiosa carrera profesional y de la vida privada de María Callas. Sus actuaciones legendarias en Milán, Nueva York, Chicago, Londres y París rindieron el mundo a sus pies.
En 1964, sir David Webster, director del Covent Garden de Londres, la presentó como «la más grande cantante lírica de nuestro tiempo». Era «La Divina», la cantante de ópera más famosa de la época.
La elección del aria fetiche, la de las joyas del Fausto de Gounod, una ópera fantástica, es una genialidad de Hergé. Esta aria describe el momento en que la joven Margarita, protagonista de la tragedia de Goethe, descubre las joyas que Mefistófeles ha dejado intencionadamente en un joyero.
Al probárselas y mirarse al espejo, se queda deslumbrada ante lo que ve. Y, con un tempo de vals, declama: «¡Ah!, me río de verme tan bella en este espejo ¿Eres tú, Margarita? ¿Eres tú?». El papel operístico de Margarita fue interpretado en 1859 por Marie-Miolan Carvalho, cuya tesitura de soprano lírico-dramática de coloratura no encontró equivalente hasta un siglo más tarde, con María Callas.
En mayo de 1963, año de publicación de Las joyas de la Castafiore, María Callas justamente grabó el aria de las joyas de Gounod en la sala Wagram de París con la Orchestre de la Société des Concerts du Conservatoire, dirigida por Georges Prêtre. La realidad de nuevo iba un paso por detrás del mundo de Hergé.
Aún siendo evidente su inmensurable vanidad, subrayemos sin embargo que en las aventuras de Tintín Bianca Castafiore demuestra tener dos cualidades más que sobresalientes: la lealtad y la valentía.
Como ocurre en El asunto Tornasol, cuando no duda en correr el riesgo de comprometerse y ocultar a Tintín y a Haddock en su ropero, mientras que el lascivo Sponsz, una reminiscencia del odioso Scarpia de Tosca, la ópera de Puccini, irrumpe en su camerino.
Su valor también se manifiesta claramente en su comparecencia en el Palacio de Justicia de Tapiocápolis. La Castafiore se retoca el maquillaje mientras el fiscal lanza su acusación incendiaria, que retumba en la sala del tribunal: «... y contra esta sirena con corazón de víbora, contra ese monstruo con voz de oro, pido, quiero y exijo: ¡CADENA PERPÉTUA!».
Lejos de desmoronarse, Bianca no oculta el desprecio que le merece esta acusación absurda, lo manifiesta y, con su vigor habitual, entona el aria de las joyas.
La Castafiore canta a las joyas no sólo con su voz: siente una pasión obsesiva por ellas. María Callas, reina de la jet set en la década de 1950, también coleccionó joyas de gran valor durante su apasionado romance con el armador griego Aristóteles Onassis.
Entre sus valiosas joyas destaca especialmente una esmeralda que le había regalado el marajá de Gopal y por la que Bianca derrama más de una lágrima.
Si bien los sentimientos de Tornasol hacia la cantante son ignorados, Haddock parece más «afortunado». Las sucesivas desgracias que le ocurren al capitán en Las joyas de la Castafiore reavivan el instinto maternal de la prima donna, que le prodiga todo tipo de cuidados, le alivia la quemazón de la picadura de una avispa y le pasea por el parque en su silla de ruedas.
No es de extrañar, por tanto, que los periodistas de Paris-Flash, una alusión clara a Paris-Match, ideen un posible romance o incluso un proyecto matrimonial. Una secuencia final en forma de conclusión se desarrolla en Tintín y los Pícaros. Liberada y con un plato vacío en la mano, la Castafiore corre hacia el capitán «Karbock», en absoluto disuadida por el traje de carnaval: «¡A mis brazos, caro mío! ¡Ya sabía yo que vendría a salvarme...!». La diva deja caer una lágrima y abraza al marino, claramente menos entusiasmado que ella.
Bianca Castafiore, la imponente soprano más bien desgarbada que aparece por primera vez en 1938-39, se transforma con el tiempo en una mujer elegante y sofisticada.
La transformación es tal que no hay nada realmente sorprendente en que el profesor Tornasol experimente una súbita pasión por la diva en Las joyas de la Castafiore.
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