Serafín Latón - El asunto Tornasol (1936)
El encanto y el atractivo de las Aventuras de Tintín reside, entre otras cosas, en esa facultad poco común que tenía Hergé de reflejar el mundo en su diversidad, ya se trate de lugares o, sobre todo, de los actores de sus historias. En su galería de personajes regularmente enriquecida, faltaba uno: el pelma integral. Con El asunto Tornasol quedará resuelto el asunto.
Tras dudarlo mucho, Hergé tomó una decisión: su nuevo personaje se llamaría Lampion (en el original). Como de costumbre, compiló una lista de posibles nombres que fue descartando uno tras otro. De este modo rechazó Crampon (en francés, familiarmente significa «latoso»), que le parecía demasiado explícito y con una sonoridad demasiado tajante.
Se decantó pues por Lampion (en la versión en español, Latón), inseparable desde entonces de su obra. Le dio un nombre de pila que contradice su personalidad: Serafín. La palabra Lampion significa originalmente en francés una linterna.
Serafín Latón es corredor de seguros de la firma Mondass. Y por ello nunca deja de intentar vender una de esas pólizas de seguros a todo el que se cruza con él, martirizándolo sin piedad.
En conversaciones con Numa Sadoul, Hergé explica: «Fue el pasado el que me sugirió el modelo de Latón. Durante la guerra, cuando vivía todavía en Boitsfort, recibí la visita de un buen hombre que venía a venderme ya no recuerdo qué, que se sentó y me dijo: ?¡Pero siéntese usted!?... ¡La inoportunidad en todo su esplendor! ».
Hergé se había dado cuenta también de que una de las características del habitante de Bruselas o del que él llamaba el belgicano, era el hecho de que «lleva, al mismo tiempo, un cinturón y unos tirantes», ¡una doble seguridad muy conveniente para un agente de seguros!
Su familia es horrible; la mujer, los niños, la suegra, ¡todo este grupito es espeluznante! En El asunto Tornasol saquea el castillo de Moulinsart. Sin ser invitado, Latón se traslada a Moulinsart para el resto de las vacaciones con su «pequeña tribu»: su esposa, su suegra y sus siete espantosos retoños, entre ellos unos gemelos.
Este profesional de la tontería, tan satisfecho y tan lleno de sí mismo, va muy por delante de todos sus competidores en el campeonato de los pelmazos. Su autocomplacencia, su alarde de suficiencia, su vulgaridad y desfachatez, su permanente sonrisa y sus monólogos interminables exasperan a Haddock, al menos casi tanto como a sus amigos.
Y eso sin contar las bromas pesadas del tío Anatolio, peluquero de profesión, un oficio famoso por su labia y su facundia. Serafín Latón es en realidad un valor negativo, un auténtico contrapunto. Y justamente por este aspecto, resalta tanto más las cualidades de Tintín.
Al igual que tantos fanfarrones, Latón alberga a un cobarde. Sorprendido por el estallido sin razón aparente de su vaso de whisky, pretexta el final de la tormenta para ponerse de nuevo la chaqueta y el abrigo y poner pies en polvorosa. Tintín y Haddock se lo encuentran luego agazapado entre los arbustos del parque del castillo afirmando que han intentado asesinarlo. Al final de la historia, ante la mera mención de la escarlatina por parte del profesor Tornasol, hace las maletas y se va a toda prisa de Moulinsart con su espantosa familia.
En los dibujos preparatorios de Tintín y el Arte-Alfa, Hergé le tenía reservado un último papel de comparsa.
Armado con su sonrisa de anuncio y su pajarita acostumbrada, regresa a Moulinsart tras una larga ausencia. Al fijarse en la H esculpida por Ramo Nash que Haddock acaba de comprar y cuyo significado debe explicar a todo el mundo, lo que le pone muy nervioso, le pregunta: «Eh, dígame: ¿y este trasto qué es?... Es una H, ¿no? ¿Y para qué sirve esa cosa?».
La pregunta exaspera todavía más al capitán: «¡Es una obra de arte!... ¡Es Arte-Alfa! ¡Lleva la firma de Ramo Nash y no sirve absolutamente para nada!». Ofendido, sorprendido por la brutalidad de la reacción, Latón se despide por última vez.
Social networks : Facebook - Instagram - Twitter - YouTube - Pinterest